jueves, 30 de mayo de 2013

Salsa de pollo y lechuga con toque cítrico

Aunque pueda parecer repetitiva os traigo otra receta de pollo en salsa. Pensaréis que soy poco original, pero ya os dije que en mi casa cocinamos muchas recetas con esta carne, por otro lado tan saludable y versátil. Y este plato os va a conquistar por lo sencillo, lo ligero y lo sabroso.

El motivo principal de la abundancia en cuanto a recetas de pollo, es que mi madre tiene una pollería y por ello es algo que tenemos muy a mano. Aunque por esa misma razón, si uno no lo ha pensado antes, un domingo cualquiera en que apetezca preparar algo que lleve pollo es posible que no haya más que unos huesos para caldo en el congelador. Nos ocurre lo mismo que con la fruta y la verdura: compramos en el mercado, al día y por eso mismo nunca tenemos grandes cantidades en casa. Además, mi padre es agricultor (puestos a explicar los oficios de la familia os lo cuento todo) y también tenemos según la temporada abundancia de ciertos vegetales. La receta de hoy es una suma de ambas circunstancias: pollo de la tienda y lechuga de la huerta (algún día subiré una foto de las lechugas que cultiva, porque son enormes, todo un espectáculo). 

Mientras leiáis lo anterior habréis pensado ¿pollo y lechuga? Pues sí, hay mucha gente que la lechuga solo la ubica en una ensalada pero hay que reconocer que está más que buena en otro tipo de preparaciones: el hervido de lechuga con solamente un chorrito de vinagre es uno de mis preferidos, teniendo en cuenta que no soy muy de hervido y que no puedo ni ver las acelgas... y este plato no creo que fuera igual si se preparara con espinacas, que también me gustan mucho, o acelgas. 







Se trata de un plato que se prepara prácticamente solo, dejándolo a fuego lento, y que lleva muy pocos ingredientes. Es muy ligero, si quitamos la piel del pollo (que solemos dejar porque ayuda a hacer un pelín más espesita la salsa) es un plato adecuado para cualquier dieta, pero yo como no me lo como por dieta, sino por placer, aprovecho para mojar algo de pan tranquilamente porque la salta está de vicio con el toque cítrico del limón. Hay que pensar, sobre todo, en que como no tiene apenas grasas, ni lleva nata, ni va frito y es necesario complementar las proteínas con hidratos, así que es un plato la mar de saludable. 

Lo único en su contra: que no es nada bonito, la verdad, ¿para qué engañarnos? no es que la comida tenga que ser bonita, pero cuando sacamos un plato a la mesa nos gusta que esté presentable. No obstante, os aseguro, aunque me repita, que con su sabor os conquistará, el toque del tomate, junto con el del limón... y las texturas, todas muy suaves. Así que sin entretenernos más, vamos a ello. 

La receta la prepara mi madre desde hace mucho tiempo, antes ya la preparaba mi abuela, y ahora os la traigo yo, porque no dudo ni un momento en que es uno de los platos que en un futuro formará parte de mi recetario habitual, vamos que es una receta familiar de las que van de generación en generación. 

INGREDIENTES (las cantidades son a ojo) para 3 personas:

  • Medio pollo grande cortado a trozos pequeños
  • Media lechuga mediana (hay que tener en cuenta que cruda abulta pero una vez ha sido cocinada se reduce muchísimo) cortada en juliana (pero no muy pequeña)
  • 1 cebolla mediana que cortaremos a trozos medianos
  • 1 o 2 tomates de pera maduros medianos rayados.
  • El zumo de medio limón 
  • Sal
  • 2 cucharadas de aceite
  • 2 dientes de ajo partidos por la mitad
  • 1 chorrito de agua

La PREPARACIÓN paso a paso (aunque esta es tan sencilla que ni pasos tiene):


1. Ponemos todos los ingredientes en una cazuela, tapamos y cocinamos a fuego medio-bajo removiendo de vez en cuando hasta que veamos que el pollo está hecho. 

2. Una vez esté hecho, si vemos que queda la salsa muy líquida no hay más que destapar la cazuela y dejar que evapore unos minutos. 


¡Salud y buen provecho!

jueves, 9 de mayo de 2013

Flan de café




Vamos a conocernos un poquito más. Me gusta el café. Mucho. Demasiado quizás, y encima me viene de familia porque lo de mi madre es también pasión por el café y lo demás, tonterías. Era inevitable que pasara. Incluso yo me sé de uno que antes ni probaba el café y ahora le encanta, si es que quien a buen árbol se arrima... Lo mío con el café llega al extremo de tener que irme de viaje y que no falte ni la cafetera de uno ni el paquete de un buen café en la maleta (claro está que esto solo se puede hacer cuando uno va en plan residencia, apartamento...), pero yo 15 o 20 días sin tomarme un buen café para desayunar no aguanto y eso quienes me conocen lo saben, porque yo no debería tomar café, luego se me resiente el estómago y tengo que pasar un par de semanas sin probarlo , todo un suplicio. Menos mal que existe el té (al que también estoy enganchada ¡si vierais la de variedades que tengo!) . Eso sí, este verano no me puedo llevar la cafetera y son 12 o 13 días, por lo que de vez en cuando hago una plegaria para que en el desayuno, allá donde voy, sirvan un buen café. Pero no lo tengo yo muy claro, la verdad.

De hecho, para que podáis observar cómo es mi obsesión por el café, os voy a poner una muestra de alguna de las fotos que he hecho de cafés. Si es que para más inri son fotogénicos, no puede ser (el fondo de pantalla de mi teléfono son dos tazas de café de un desayuno, que no son estas, que son de una merienda).

Una de las primeras fotos que hice con la cámara nueva. Muy desenfocada, pero ¡me encanta!
 Olvidaba otro punto a favor de esta maravillosa bebida... ¡los granizados de café! ¡que no! aunque también... Me refería al olor que desprende un buen café recién hecho, que es capaz de levantarme de la cama, del sofá... con solo olerlo y no puedo evitar acudir a la cocina.

¿Por qué os suelto todo este rollo? Seguro que tampoco os lo estaréis preguntando tanto porque el título es bastante ilustrativo y en la foto se ve claramente un flan así que... He preparado mi primer flan de café, y me ha resultado tan, tan, tan sencillo que me parece que no será la última vez. Es una receta que está en casa desde siempre, una de las que no falla (junto con nuestra versión personal de la tarta de queso que algún día subiré también, sencilla y rica a más no poder) y que siempre es un éxito. Así pues, ya tengo dos imprescindibles que nunca fallan: la tarta de oreo y chocolate blanco y el flan de café.



INGREDIENTES:
  • 400 ml de nata
  • 600 ml de leche (podemos hacer una proporción 500-500 o una más alta de nata que de leche)*.
  • 1 sobre de flan Royal
  • medio sobre de café soluble
  • El café que salga de una cafetera de 3 tazas.

La PREPARACIÓN paso a paso:

1. Caramelizamos una flanera grande o seis pequeñas.
2. Ponemos en un olla o cazo grande la nata y la leche y disolvemos el sobre de flan.
3. A la mezcla anterior le añadimos el café, en el que previamente habremos disuelto el café soluble.
4. Lo llevamos al fuego y removemos de forma constante para que no se pegue hasta que hierva y mantenemos 2 o 3 minutos.
5. Vertemos el preparado en las flaneras y, cuando esté a temperatura ambiente, llevamos a la nevera hasta que cuaje.

NOTA: *generalmente en mi casa siempre se ha preparado con la proporción a partes iguales de nata y leche, que es la que tengo en la "libreta de cocina" pero esta vez no tenía más que 400ml de nata. Con la proporción dada queda un poco más ligero, incluso con una textura mejor que cuando tiene más nata, aunque eso va a gustos, como todo.

Ya veis qué fácil resulta preparar un postre que va a ser un éxito seguro.


¡Salud y buen provecho!

Caleidoscópica.

jueves, 2 de mayo de 2013

Pollo en salsa de nata y almendras

Estamos ya en mayo, y con ello me doy cuenta de que acabo de entrar en la recta final de mi carrera. Los pocos exámenes que me quedan están a la vuelta de la esquina, no queda nada para entregar el trabajo de fin de grado, y unos cuantos trabajitos más que por suerte son más breves porque si no... Mis niveles de estrés están por las nubes y no paro, pero intentaré seguir con el blog hasta finales de junio con la normalidad debida, aunque espero que me perdonéis si alguna semana no puedo publicar.

La verdad es que muchas veces lo que más pereza me da es el tema fotográfico, no porque no me guste, que bien que salgo los fines de semana a fotografías cosas, sino por el montaje que conlleva. Aunque cada vez disfruto más pensando cómo lo presentaría. Así que cuando monto el "equipo" pues intento aprovechar ese momento para fotografíar varios platos, aunque no siempre quedo al 100% satisfecha con los resultados. Estoy aprendiendo a usar mi cámara nueva,(que era una de mis ilusiones lo de tener una buena cámara y en diciembre me hice el ánimo aunque estaba muy contenta con la compacta porque tenía incluso modo manual, algo muy útil) y hago intentos. La foto de hoy es uno de esos intentos de los que no estoy del todo orgullosa pero que creo que en cierto modo sí que transmiten lo que es plato: se aprecian las texturas, el color, los ingredientes... y es que si no, no publicaría nunca, así que poco a poco iré aprendiendo un poquito más sobre cómo presentar y fotografiar los platos para que transmitan lo que yo quiero, al fin y al cabo la práctica hace al maestro. En este caso, lo de fotografiar salsas era nuevo para mí y no lo tenía muy claro... ya veréis como tengo otra salsa que presentaré a no muy tardar con una foto casi igual.  

Bueno, dejemos de lado mi vida bloguero-personal y hablemos del plato, que bien lo merece.

 
Con esta receta inauguro la sección dedicada al pollo en este recetario. Es una sección bastante amplia en nuestra cocina del día a día ya que es una carne es muy versátil y según la parte que escojamos podemos comer platos completamente diferentes: no es lo mismo un muslo de pollo al horno, que unas pechugas con nata... Y además es muy sano ¿qué más podemos pedir?
La receta que hoy os traigo está en mi casa desde que yo era pequeña, ya la preparaba mi abuela, ahora mi madre y en futuro supongo que seré yo la depositaria de esto que hoy quiero compartir con vosotros. Esta vez la preparamos juntas porque yo hay muchos platos de los que tengo la idea pero si no los preparo, no me quedo con los pasos y me daría mucha pena que algunas recetas se perdieran.

Es un plato sencillo de preparar y muy resultón, aunque en contra puedo decir que el aporte calórico es significativo, pero ya lo compensaré con otra receta de pollo muchísimo más ligera (como os digo, este tipo de preparaciones no faltan en mi casa). Puede acompañarse con unas patatas fritas cortadas a cubos grandecitos que quedan espectaculares al mojarse con la salsita. Es una receta ideal para preparar de un día para otro, que solo hay que calentar con cuidado en la misma cazuela a fuego no muy alto para que no se pegue. Solo puedo decir que a mí me encanta, ¡ah!, también añado que para llevar en el tuper aguanta muy bien, pero hay que intentar no sobrecalentarlo. De hecho yo me llevé una ración la semana pasada, con las patatitas y estaba para no dejar de mojar pan...
Y ya, dejando de lado las alabanzas al que es uno de mis platos preferidos, vamos con la receta.

INGREDIENTES:
  • Pollo
  • Aceite
  • Sal
  • Patatas para acompañar
Para la salsa:
  • 200 ml de nata para cocinar*
  • 15 o 20 almendras
  • 1 diente de ajo
  • Unas ramitas de perejil
  • 2 o 3 cucharadas de tomate frito (Solis o casero, cada uno ya a su gusto)

La PREPARACIÓN paso a paso
1. Salamos el pollo y lo freímos en una sartén hasta que esté bien doradito.
2. En el accesorio picador de la batidora, ponemos las almendras, el ajo pelado y el perejil y lo picamos bien. No queremos grandes trozos de almendra pero sí que se noten los cubitos. 
3. Retiramos una parte del aceite de freir el pollo, dejando solo un par de cucharadas, y sofreímos el picadillo anterior hasta dorar.
4. Añadimos la nata y el tomate frito y mezclamos bien. Dejamos que cueza un poco, salamos y añadimos el pollo. 
5. Aligeramos la salsa añadiendo un poco de agua. En este caso en proporción a la cantidad de pollo, añadimos alrededor de medio vaso de agua, pero esto, a gustos. 
6. Dejamos reducir y que hierva la nata unos minutos. 
7. Si decidimos acompañarlo con unas patatas, solo hay que cortar estas en "cubitos" de tamaño medio, freírlas y añadirlas a la salsa, dejando que den un hervor para que se queden un poco blanditas y cojan el sabor. 

NOTA: * podemos susituir la nata para cocinar por crema ligera (a mí me gusta mucho la de Puleva, con la que sustituyo la nata en casi todas las preparaciones), que le resta una cantidad considerable de calorías consiguiendo prácticamente idénticos resultados (casi me gusta más así que queda un pelín más ligero).


¡Salud y buen provecho!

Caleidoscópica